Liz Alderman - 2012-12-21
Las sucesivas medidas de austeridad han dejado a cientos de miles de griegos desempleados sin seguro médico, una situación de desesperación que intenta paliar una red clandestina de médicos.
El Dr. Kostas Syrigos, jefe del mayor servicio de oncología de Grecia, creía haberlo visto todo. Pero jamás había visto un caso como el de Elena, una mujer en paro a la que le habían diagnosticado un cáncer de pecho un año antes de que acudiera a él. Para entonces, el cáncer había crecido hasta tener el tamaño de una naranja y había atravesado la piel, dejándole una herida que le supuraba y se limpiaba con servilletas de papel. “Cuando la vimos nos quedamos sin palabras”, cuenta el Dr. Syrigos, jefe de oncología del Hospital General Sotiria, en el centro de Atenas. “Todo el mundo lloraba. Cosas así se describen en los libros de texto, pero nunca se ven porque, hasta ahora, cualquier persona que enfermaba en este país siempre podía obtener ayuda”.
Desde que se desencadenó la crisis de la deuda, la vida ha dado un vuelco en Grecia. Pero en pocas áreas el cambio ha sido tan drástico como en la sanidad. Hasta hace poco, Grecia contaba con un sistema sanitario normal. Las personas que perdían su empleo recibían asistencia sanitaria y subsidios de desempleo durante un año, pero seguían recibiendo asistencia en los hospitales si no podían pagar incluso después de que se les acabaran los subsidios.
Las cosas cambiaron en julio de 2011, cuando Grecia firmó un acuerdo de préstamo complementario con los prestamistas internacionales para evitar el hundimiento financiero. Ahora, tal y como se estipuló en el acuerdo, los griegos deben pagar de su bolsillo todos los gastos cuando dejen de percibir los subsidios.
"Estar desempleado equivale a la muerte"
Alrededor de la mitad de los 1,2 millones de griegos desempleados de larga duración carecen de seguro sanitario, una cifra que se espera que aumente en gran medida en un país con una tasa de desempleo del 25% y una economía moribunda, como afirmaba Savas Robolis, director del Instituto Laboral de la Confederación General de Trabajadores Griegos.
Con los cambios cada vez más personas se ven obligadas a buscar ayuda fuera del sistema sanitario tradicional. Elena, por ejemplo, fue remitida al Dr. Syrigos por un grupo de doctores de un movimiento clandestino que ha surgido aquí para asistir a los que carecen de seguro.“En Grecia, ahora mismo estar desempleado equivale a la muerte”, comentaba el Dr. Syrigos, un hombre con una presencia imponente y un tono severo que se suaviza cuando habla sobre la difícil situación de los pacientes con cáncer.
Esta situación es nueva para los griegos y quizás para Europa también. El cambio es especialmente asombroso en la asistencia oncológica, con sus tratamientos prolongados y costosos. Cuando se le diagnostica un cáncer a una persona sin seguro, “el sistema simplemente hace caso omiso de ella”, afirmaba el Dr. Syrigos. “No puede acceder a la quimioterapia, ni a la cirugía, ni siquiera a medicamentos sencillos”, explicaba.
El sistema sanitario es cada vez más deficiente y puede empeorar si el Gobierno recorta 1.500 millones de euros más en el gasto sanitario, que es una de las propuestas de un nuevo plan de austeridad cuyo fin es garantizar más financiación. Con las arcas del Estado vacías, los suministros sanitarios escasean tanto que algunos pacientes se han visto obligados a llevar sus propios suministros para los tratamientos, como los stents o las jeringas.
Una iniciativa con fecha de caducidad
Los hospitales y las farmacias ahora piden el pago en efectivo de los medicamentos, algo que para los pacientes de cáncer puede suponer decenas de miles de euros, un dinero que la mayoría no tiene. Con el deterioro del sistema, el Dr. Syrigos y varios compañeros decidieron actuar.
A principios de este año, crearon una red clandestina para ayudar a los pacientes con cáncer sin seguro y otras personas enfermas, que funciona fuera de la red oficial y utiliza los medicamentos sobrantes que donan las farmacias, algunas empresas farmacéuticas o incluso las familias de pacientes con cáncer que han fallecido. En Grecia, si se descubre que un médico ayuda a un paciente sin seguro utilizando medicamentos del hospital, se le obliga a pagar los costes de su propio bolsillo.
“Somos como una red de Robin Hoods”, comentaba el Dr. Giorgos Vichas en la Clínica Social Metropolitana, a las afueras de Atenas. Vichas es un cardiólogo que fundó el movimiento clandestino en enero. “Pero esta operación tiene una fecha de caducidad”, señalaba. “Llegará un momento en el que la gente ya no pueda donar, por la crisis. Por eso estamos presionando al Estado para que vuelva a asumir la responsabilidad”.
Mientras hablaba, apareció Elena, con un turbante gris en la cabeza y una blusa holgada. Llegó a que le dieran fármacos para soportar las consecuencias de la quimioterapia que le administró recientemente el Dr. Syrigos.
Hacer renacer el optimismo
Elena nos contó que se quedó sin seguro al dejar su trabajo de profesora para poder cuidar de sus padres, que también padecían cáncer, y de un tío enfermo. Cuando murieron, la crisis financiera ya había estallado en Grecia y, con 58 años, le fue imposible encontrar trabajo.
Comenta que se aterró cuando le diagnosticaron el mismo tipo de cáncer de pecho que mató a su madre: le dijeron que los tratamientos costarían al menos 30.000 euros y ya no contaba con ningún dinero de la familia. Intentó vender un pequeño terreno, pero nadie lo compró.
El cáncer se extendió y no pudo encontrar ningún tratamiento hasta hace unos meses, cuando acudió a la clínica clandestina del Dr. Vichas tras haber sabido de ella por el boca a boca. “Si no pudiera venir aquí, no haría nada”, afirma. “En Grecia hoy en día tienes que firmar un contrato contigo mismo en el que te comprometes a no enfermar”.
Comenta que le dejó consternada que el Estado griego, como parte del rescate, negara un pilar de protección a la sociedad. Pero el hecho de que un grupo de médicos y de griegos normales se estuvieran organizando para echar una mano allí donde el Estado había retirado su ayuda, le dio esperanzas en sus horas más sombrías. “Aquí siempre hay alguien que se preocupa”, comentaba Elena.
Según el Dr. Vichas, la terapia más poderosa puede que no sean los medicamentos, sino el optimismo que este grupo de Robin Hoods aporta a los que casi se han rendido. “Con la crisis hemos aprendido a unirnos más”, afirmaba.
“Esto es la resistencia”, añadía, recorriendo con la mirada a los voluntarios y a los pacientes que se agolpaban alrededor de la clínica. “Es una nación, un pueblo que se vuelve a poner en pie con la ayuda que se prestan unos a otros”.