Se dice en la Biblia que el rey Salomón ordenó a un soldado que
cogiese a un bebé del que dos mujeres se proclamaban madre del mismo, para conocer quién era la verdadera. Su orden
fue partir al niño en dos y repartirlo entre las dos mujeres. La madre
verdadera enseguida se desdijo para salvar la vida de su hijo, mientras la otra
no puso reparo alguno ante la decisión del sabio rey. Obviamente el rey fue
justo, quizás no legal.
En situaciones tan esperpénticas y vergonzosas como las que
se vienen produciendo en nuestro actual Sacrosanto Sistema Pseudodemocrático,
donde –opino y creo - la independencia de los Poderes Ejecutivo, Legislativo y
Judicial brilla por su ausencia en no atípicas ocasiones, la decisión de este
rey; hoy día Juez omnipresente, podría ser la de “dejarse de gilipolleces y
partir al neonato a la mitad, pesarlo y repartirlo por igual”, a fin de que las
dos contendientes quedasen asistidas por ley y ninguna perdiese el amparo de la
misma: Se calificaría como “Equilibrio en el reparto”. En todo caso, el bebé se
hubiera abierto en canal. Es lo legal, se diría.
A menudo escucho el mensaje errado de la supuesta similitud
entre justicia y legalidad. La experiencia, a base de hostias no consagradas,
me ha aclarado hace demasiado tiempo que una cosa es la justicia y otra muy
distinta la legalidad.
La primera, la justicia, responde al equilibrio, a la
libertad individual pero respetando la colectividad; al derecho de ser tratado
con el mismo respeto que los demás, pero con el deber de ser recíproco y
consecuente con los mismos, sin restricciones pero a la vez sin doblegar esos
mismos derechos de terceros; sin excepciones, sin ataduras, sin privilegios
para que esa balanza esté bien equilibrada. Esos platillos que sustentan esa
equidad dependen no de un individuo que interpreta lo que el poder respectivo,
(“judicial” le llaman) le exige. Esos platillos que deben sostener y salvaguardar
esa justicia igualitaria, sin distintas varas de medir, sin excepciones, sin privilegios
anónimos depende de la conciencia colectiva; entendiéndola como una entidad
bien informada, con un alto grado de bondad, consecuente, honrada y dispuesta a
ser autoexaminada en sus derechos y deberes para con los demás. Nunca debería
estar condicionada por quienes interesada o torpemente la manipulan o
malinterpretan.
La legalidad, por el contrario, responde a intereses
precisos; no de la colectividad ni para la colectividad, sino dependiente de
determinados poderes, a menudo ocultos pero reales y agazapados. La legalidad
es utilizada como arquitectura interesada, caprichosa y moldeable a expensas de
esos poderes insaciables y disfrazados a menudo de pseudodemocracias
incuestionables; sólo que esta legalidad ahora justificable mañana podrá ser
injusta, caduca o poco práctica. Al fin y al cabo depende del timón y del
viraje que el establishment correspondiente tome y que dependerá, en cualquier
caso, de intereses y fines muy concretos y delimitados por estos. La legalidad
entonces se convierte en un arma peligrosamente manipulada, viciada y corrupta
en no atípicos casos. La justicia queda entonces en desventaja, desvalida,
desprotegida, vilipendiada y despreciada. Justicia violada, como lo ha sido esa
joven de 18 años, que unos jueces proclaman “sólo ha sido abuso sexual”
de cinco depredadores sociales, de “cinco
chicos con ganas de juerga” que según uno de esos “intérpretes de lo legal”parece
que incluso hicieron disfrutar a la víctima o al menos participó activamente de
dicho “jolgorio”. Dicen que es la ley, se dice que es legal… Lamentablemente la
legalidad usada en este caso -¿interesadamente?- como en tantos otros no
conocidos ni dados a conocer por la opinión pública, instará a que esa justicia
sea tomada como un vulgar trágala, como lo ha sido esa joven por demasiados
sectores interesados, a pesar de que al menos, ha tenido el respaldo social de
no pocos colectivos y con ello la visibilización de casos tan graves como el
sucedido.
Ojalá este tipo de injusticias sean denunciadas socialmente
y a gran escala, sin limitaciones, sin tapujos, sin condicionamientos.
Injusticias no limitadas sólo al machismo sino por extensión a cualquier
colectivo maltratado: niños en demasiados colegios; ancianos en centros de
mayores; trabajadores en condiciones laborales lamentables; pensionistas sin un
mínimo económico para finalizar sus vidas con cierta dignidad; discapacitados
granjerizados y coartados a vivir en un verdadero apartheid social”; familias a
las que se les arrebata su vivienda porque Papá Estado se rindió a los bancos… y
fue incapaz de hacer frente a deberes sociales para toda la comunidad.
“Cuando encuentres Sancho en pugna, el derecho y la justicia, inclínate por la justicia”
Necesitamos más Reyes Salomón y menos jueces insensibles y
de dudosa ética social.
¡Basta de tanta justicia medrada y trágala, de tanta
distorsión real entre lo justo y lo legal! Creemos en la justicia (lo que debe
ser). No tanto en la legalidad (lo que se permite) L