Hace unos días fue el cumpleaños de la pequeña E. Era su cuarta onomástica y por un rato se le permitió celebrarla con su familia: Sus padres y sus tres hermanos. Apartados de todos ellos por decisión injusta y prepotente de unas instituciones mal denominadas de Política Social, pudo reunirse con los hermanos, apartados los unos de los otros y de sus padres, que aún a día de hoy se preguntan cómo pueden ocurrir barbaridades de este calibre en un estado, denominado democrático, libre y bienpensante y donde algunas discusión y el enredo de terceros que promovieron este disparate mayúsculo hicieron que esas supuestas instituciones sociales “secuestraran” a esos niños que, sin saberlo se vieron abocados al destierro de un centro de acogida/menores que ellos entendieron como un castigo sin par al que los carceleros servicios sociales los castigaron.
Mientras tanto la tristeza y el desconsuelo habita en cada uno de los componentes de esa disgregada y rota familia que siguen sin dar crédito. A lo lejos y en el silencio de la enorme y cruda soledad, una niña implora por estar con su mamá, llorando inmersa en la oscuridad de la falta de apego consentida por rúbricas prepotentes que la condenaron al miedo y soledad con sus apenas cuatro añitos. Demasiado joven para ser secuestrada, demasiado joven para ser desterrada, demasiado joven para soportar la crueldad para despegarla del apego materno.
Pequeña E. estamos contigo y con tu mamá. Espero que esas lágrimas de desaliento y terror sirvan para despertar a tantas y tantas conciencias adormiladas, desidiosas y aducidas para que se sumen al encuentro que tú y tu mamá necesitáis y que jamás, jamás debió producirse. No llores más, ella pronto te tendrá.
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