Señalana su falta de titulación
Extrabajadoras del centro de acogida de Boecillo (Valladolid) donde la pasada semana murieron tres menores discapacitados a manos, presuntamente, de su cuidadora, han denunciado que la detenida carecía de titulación alguna para desempeñar el puesto de trabajo en el que se encontraba y la han acusado de gozar de determinados "privilegios" y de ser negligente con los niños que tenía a su cargo. "Esperamos que con todo esto dejemos de oír las palabras "'homicidio por compasión' y 'ataque de locura'", apuntan.
"Si nos ceñimos a la ley, la titulación que se exige actualmente es el ciclo formativo de grado medio de Auxiliar de Clínica o Atención Sociosanitaria", advierten sus excompañeras a través de una carta anónima recogida por Europa Press que justifican en el temor a posibles represalias que pudieran sufrir en un futuro de tipo laboral.
Además, la autoras de la carta explican que el trabajo que soportaba su compañera, consistente en una jornada continua de 40 horas que comenzaba el sábado a las 17.00 y concluía el lunes a las 09.00 horas, pudo fácilmente degenerar en el síndrome de Burnout o del "trabajador quemado", del que tanto se ha hablado, si bien han precisado que dicho horario había sido elegido por ella misma ya que al vivir en otra ciudad le resultaba muy cómodo para compatibilizar su vida personal y laboral.
Pero además, las denunciantes han censurado que ese "privilegio de elegir horarios, entre otros muchos", se debía al hecho de que la presunta infanticida es la madre de una de las coordinadoras de Mensajeros de la Paz en Castilla y León.
A ello, y como agravante, añaden el hecho de que la directiva y resto de empleados eran plenamente conocedores de la sintomatología depresiva de Gabriela L.B, que, como así refieren, "se jactaba de toda la medicación que tomaba, de la cual decía que no podía vivir sin ella, pero que tampoco le ayudaba", y por ello se preguntan si era una persona capacitada para cubrir ese puesto.
Aunque las mismas fuentes ven normal lo ocurrido porque el personal no era supervisado periódicamente para comprobar su valía. "Las únicas inspecciones que se han realizado en el centro son para los extintores, aparatos eléctricos, gas y aparatos de Oxygen-Salud", sentencian.
POCO CARIÑOSA
Sobre algunas informaciones relativas al cariño que, supuestamente, profesaba la detenida por los menores acogidos, las extrabajadoras del centro se preguntan si ese cariño es propio de una persona que "se negaba a pasear a los niños durante su jornada laboral. Seguro que ningún vecino la ha visto empujando una de las sillas de ruedas en dirección al parque o la piscina", al tiempo que critican que igualmente se negaba a darles de comer sólo porque tuviesen una pequeña rabieta o porque fuesen más lentos comiendo de lo que ella considerase oportuno.
Todas estas "negligencias", tal y como sostienen extrabajadoras del centro, ya habían sido transmitidas a los superiores, si bien eran pasadas por alto debido a la vinculación familiar de la detenida con coordinadora de la organización en la Comunidad.
Con respecto a la reiterada alusión a los acogimientos y adopciones que se han realizado, las autoras de la carta anónima también han aprovechado para acusar a Mensajeros de la Paz de no haber facilitado la tarea e incluso de poner constantes "zancadillas. Es por todo ello por lo que rogamos que se dejen de utilizar estos actos para lavar la cara de esta fundación".
También la critican por la falta de estabilidad laboral del personal de las educadoras, de ahí que éstas raramente pudieran superar el año de contrato, "algo que no beneficiaba para nada la estabilidad emocional de los niños, uno de los cuales había sufrido tantas veces esta sensación de abandono que ya no hacía el esfuerzo de crear ese vínculo emocional" porque para ellos las trabajadoras "tenían fecha de caducidad".
La razón de esa escasa duración de los contratos de las educadoras se debía, según inciden, a los continuos conflictos que surgían entre éstas la presunta autora, en los que siempre salía beneficiada esta última.
La misiva concluye con un emotivo recuerdo de los tres niños fallecidos, por los que, tal y como precisan, nunca han sentido compasión pues cada día les enseñaban una "nueva lección de vida. A través de la lucha, la superación y las ganas de vivir demostrabais que la discapacidad no era una barrera para alcanzar la felicidad. Erais felices y nos hacíais felices. Gracias por habernos dejado compartir vuestra corta vida con nosotras".
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